SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO – Ciclo B

10 de diciembre de 2023

Marcos 1, 1-8

 

1.-   Juan Bautista, protagonista del Adviento.   San Juan Bautista es el precursor anunciado por Isaías. Uno de los protagonistas del Adviento que nos introduce en el Misterio de la Encarnación. Lo hace exhortando a la penitencia y al arrepentimiento de los pecados, mediante la inmersión en el rio Jordán. La predicación de Juan es fuerte y confrontativa.  El llamado a la conversión es – para Juan – un llamado a cambiar de vida. Al anunciar la cercana aparición del Mesías, Juan profeta manifiesta su fidelidad a Dios, con una humildad ejemplar. No admite que se lo confunda con el Mesías esperado. Lo niega rotundamente cuando se lo pretende calificar como tal, sin excluir su relación con el verdadero Mesías. Para ello, acude a Isaías, entonces descubre su verdadera identidad: “Mira yo envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”. (Marcos 1, 2-3) La honestidad admirable, que Juan manifiesta, le otorga la autoridad moral para llamar a los pecadores a la conversión.

 

 

2.-   La Voz de la Palabra.   San Agustín logra expresiones inspiradas para referirse al Bautista: “es la voz que permite escuchar la Palabra”. Su misión, que ciertamente procede de Dios, es presentar y hacer audible a Cristo, el Verbo encarnado. Modelo de la Iglesia y de cada bautizado. El mundo actual necesita que la voz le permita escuchar la Palabra. Grave misión, cuyo desempeño se vuelve hoy más urgente. Es el momento de un examen sincero para medir el cumplimiento de esa misión. Lo debe hacer la Iglesia en cada uno de sus miembros, comenzando por los investidos de mayor responsabilidad. Jesús no será escuchado como Palabra sin su Voz – el entonces Juan Bautista – hoy es la Iglesia. Creo que pocos bautizados tienen conciencia de su calidad de voz de la Palabra (de Cristo). Sin embargo tienen que trascender la búsqueda compulsiva de la seguridad personal para ofrecerse como voz de la Palabra. Adviento, mediante estos grandes modelos, se constituye en espacio para reflexionar y decidir. La predicación, anuncio y catequesis, debe orientarse a despertar esa conciencia, sobre la base de un sincero deseo de cambio. ¿Es así, queridos predicadores y catequistas?

 

3.-   Misión del Bautista y su preparación.   El Precursor del Señor manifiesta total fidelidad a la misión que le encomendara el Padre. Es asesinado por causa de su fidelidad a ese mandato divino. No es tratado mejor que la misma Palabra encarnada (Cristo) a la que precede y anuncia.  Cuando Jesús da testimonio de Juan lo llama el más grande. Su misión y su preparación, mediante la oración y la penitencia, indican la grave responsabilidad que asume. Así se cumple en él la profecía de Isaías. Es la voz fuerte que le da sonoridad a la Palabra eterna. Sin la Palabra la voz es un mero sonido gutural, sin valor, pero, sin la voz, la Palabra no llega a quienes necesitan ser salvados por ella. Quienes ahora deben ser la voz, que la Palabra necesita para expresarse y cumplir su misión salvadora, se preparan en la austeridad y la santidad. Juan no hubiera sido la auténtica voz – que hace oír la Palabra – sin la santidad que lo califica. El Papa San Juan Pablo II, insiste en  la necesidad del testimonio de santidad de los cristianos para la evangelización del mundo. Nos esmeramos demasiado en métodos nuevos, para renovar la pastoral, y nos salteamos lo que hace del Bautista, el auténtico profeta-precursor del Mesías.

 

4.-   En la actualidad.   Adviento es tiempo y espacio para la renovación de la vida cristiana y de su exacta ubicación en la historia contemporánea. Está vigente el llamado a la santidad. No me refiero a una “santidad” acartonada, escandalosamente comercializada por conocidas santerías. La santidad consiste en la vivencia de las virtudes cristianas, en camino a la heroicidad. La ignorancia, de lo que es la santidad, constituye la causa de su extrañeza para el mundo contemporáneo. Los hombres y mujeres, de nuestros entornos, observan a los cristianos “observantes”, con curiosidad o indiferencia. No obstante, el mundo necesita hombres y mujeres santos. Especialmente en la solución de sus mayores problemas. La exposición de esta propuesta de emergencia no debe ser considerada una utopía ingenua e impracticable. La propuesta viene de Dios: “…como el que los llamó es santo, sean también ustedes santos en toda su conducta; porque así está escrito: Sean santos, porque yo soy santo”. (1 Pedro 1, 15-16)