17 de diciembre de 2923
Juan 1, 6-8.19-28
1.- La Voz de la Palabra. Cristo es la Palabra “sin ella nada existió de cuanto existe”. (Juan 1, 3) San Juan lo anticipa con el fin de iluminar la escena que relatará de inmediato. El Bautista, a quien confunden los sacerdotes y escribas con algunos de los grandes profetas o con el Mesías, es arrinconado e instado para que se identifique. La respuesta de Juan es conmovedora: “¿Quién eres? Tenemos que llevar una respuesta a quienes nos enviaron: ¿qué dices de ti?”. “ Entre ustedes hay alguien a quien no conocen, que viene detrás de mí, y yo no soy digno de soltarle la correa de su sanailla”. (Juan 1, 22-27) Se auto denomina la “Voz” – profetizada por Isaías – que clama en el desierto del mundo, y que otorga adecuada sonoridad a la Palabra. Es preciso escucharlo y prepararse, bajo su espléndida guía, a recibir a Jesús, Hijo de Dios y nacido hombre de María Virgen. De esa manera se produce una verdadera devolución del sentido auténtico de la Navidad.
2.- El protagonista olvidado de la Navidad. Casi nadie, de quienes celebran festivamente la Navidad, recuerda a Quien es su protagonista. Me refiero a Jesús. En los hogares cristianos y en los templos se arman los tradicionales Pesebres. Los fieles y los niños veneran al Niño Dios en la humilde escenificación de su nacimiento, creada por San Francisco de Asís. Países originariamente cristianos han olvidado sus raíces y deformado la celebración, cambiando a sus protagonistas y tergiversando sus contenidos. De todos modos, el espíritu de la Navidad está sostenido por una minoría fiel y perseverante. Las notas características del acontecimiento divino de la Navidad son la humildad y la pobreza. Al negarlas se produce el vacío del verdadero sentido de la Navidad, armándole un escenario extraño. Algunas expresiones modernas de la Navidad, sin negarles sus aportes propios, necesitan recuperar el Pesebre, donde el Niño Dios es adorado por María, José y los humildísimos pastores. El Bautista, severo precursor del Señor, hace resonar su mensaje llamando a la penitencia y a la conversión. Es la mejor preparación y disposición para celebrar la Navidad como corresponde. La Iglesia, mediante cada Adviento, se hace eco del ministerio profético de San Juan Bautista.
3.- Juan, el Precursor del Señor. De la escucha de la predicación de Juan Bautista se deriva la renovación de la fe y del compromiso bautismal. Es preciso no distraer la atención del anuncio de Juan. Cristo es el esperado y anunciado, por ello, su precursor decide desaparecer. La humildad de este gran hombre despeja el camino a la salvación: “Él debe crecer y yo disminuir”. (Juan 3. 30) Su desaparición dramática le otorga una encumbrada posición entre los amigos de Dios. En él se cumple la sentenciosa expresión de Jesús: “Porque quien se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido”. (Lucas 14, 11) Juan se achica a causa de su enorme fidelidad a la verdad. Da testimonio de la Verdad – Cristo es esa Verdad – y por su fidelidad a la misma es ejecutado, a causa de la injusta decisión del frívolo Herodes. Se lo considera mártir porque es asesinado por su fidelidad a la Verdad: que es Cristo. Ha ocurrido lo mismo con los Santos Inocentes. También un Herodes decide la muerte de niños, de dos años y menores, con el propósito de aniquilar al temible Rey recién nacido. Aunque inconscientes, han derramado su sangre inocente por causa del Verbo hecho hombre de María Virgen.
4.- El modelo vigente de Juan Bautista. Juan reaparece en la Iglesia contemporánea, mediante la predicación y la práctica penitencial, tanto o más necesarias al cristianismo desvaído de nuestro tiempo, como al violento mundo pagano de los primeros siglos. La misión de Juan Bautista reclama santidad. Lo que ha realizado el Espíritu en él es una obra artesanal: no habrá otro igual. Se constituye en un modelo de fidelidad a Quien precede con heroica humildad. Hoy la Iglesia, en cumplimiento de su misión, reclama santidad a sus miembros. El estilo de Juan, marcado por la penitencia y la oración en el desierto, expresa, de forma original, el anuncio de la Palabra, y así conecta al mundo con su Salvador. Es preciso y urgente actualizarlo.