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13 de noviembre de 2016

Lucas 21, 5-19

1.- No se dejen engañar. Jesús asegura que, en un futuro no lejano, del magnífico templo no quedará piedra sobre piedra. También aparecerán dilapidadores de las mejores tradiciones. De esta manera, previene a sus discípulos de fabuladores sutiles y sofisticados: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan”. (Lucas 21, 8) El mundo actual es un caldo de cultivo de las más extrañas manifestaciones del espíritu inquieto donde la confusión se empodera – término últimamente vulgarizado – de todo. Como lo venimos diciendo, es preciso atenerse a la Verdad, que la Palabra nos transmite, y que la fe hace diáfana a nuestro entendimiento. Suscitar y acrecentar la fe constituye la principal labor de la Iglesia. Si no la realiza como es debido frustra su misión y se vuelve innecesaria para el mundo. Todo, en ella, está encaminado a que la fe no sea una entelequia para quienes desean creer.

2.- La Verdad, don de Dios a los hombres. Jesús prepara a sus principales discípulos para que sean sus testigos. La misión de ellos es la misma que su Padre le encomendó: “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. (Juan 20, 21) Consiste en revelar la Verdad – el mismo Cristo – para que no deambulen, desorientados, buscando lo que no hallarán fuera de Él. Cuando por cobardía, o falso irenismo, no la presentamos en su integridad, negamos al mundo lo que le pertenece, por amorosa decisión divina: “Porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga Vida eterna”. (Juan 3, 16) En el lenguaje de Jesús, la honestidad – de reconocer la Verdad y rechazar el error – no se opone al respeto debido a las personas y a su correspondiente buen trato. Cuando los contraponemos producimos un borrón con el codo de lo que escribimos con la mano. De esa manera, la desalojada será la Verdad, con el argumento bien intencionado de desalojar el error. Es oportuno recordar la parábola del trigo y de la cizaña. Los gestos pastorales del Papa Francisco corresponden al genuino espíritu evangélico. Antes que él hubieron santos Pastores que la Iglesia ha canonizado, entre ellos, el humilde y manso San Francisco de Sales. Los hombres en sociedad necesitan escuchar y comprobar lo que se les anuncia de parte de Dios. Los Apóstoles, y la misma Iglesia fundada – por voluntad de Cristo – en ellos, constituyen la prueba inequívoca de que la salvación ha llegado al mundo.

3.- Transmisión de persona a persona. La acción misionera que Jesús escoge como vehículo para la entrega de su mensaje, no es un método extraordinario, sin precedentes. Aprovecha la natural capacidad comunicacional que distingue a las personas, en relación con sus semejantes. De esa manera la Verdad, que suscita la fe y llama a la conversión, es transmitida de persona a persona, como testimonio de una experiencia que conduce, a quienes lo desean, a la Vida eterna. Es así que aparece no como agresión sino como cordial propuesta. Jesús es el Verbo de Dios, ofrecido misericordiosamente al mundo, para purificarlo de su pecado y conducirlo a la Verdad plena. Ésta consiste en participar de la santidad de Cristo. No es una mera imitación de sus virtudes, aunque la incluya, sino una dinámica identificación con el Misterio presente y revelado a quienes mantienen puro el corazón por la humildad. Nos hemos referido, con mucha frecuencia, a esta virtud que predispone el corazón para “ver a Dios”. El Evangelio no es un proyecto de ficción, que nunca llega a concretarse, sino el único y posible plan que el hombre debe adoptar para ser auténticamente feliz. La predicación y el testimonio de los santos confluyen en la sociedad para que el anuncio evangélico pueda ser escuchado. Es preciso insistir “con oportunidad o sin ella” (2 Timoteo 4, 2), porque se ha producido una sordera humanamente incurable – que el Señor quiere sanar – que aleja de la intelección de la Palabra de Dios. Sin ella el mundo seguirá dando tumbos, “como oveja sin pastor”. (Mateo 9, 36)

4.- La trampa de los sustitutos. Es gravemente nociva la ausencia de la Palabra, pero, lo es más cuando se la confunde con sustitutos espurios e intelectualmente tramposos. Al comienzo del texto proclamado, Jesús advierte del engaño: “Tengan cuidado, no se dejen engañar…” Para evitar ser entrampados se requiere haber atendido, con la debida asistencia de la gracia, el Evangelio predicado por sus auténticos testigos. Es preciso que logren ocupar el lugar que les corresponde entre otras voces y propuestas. De esa manera, los oyentes tendrán la oportunidad de hacer su propia opción de vida y responder a Cristo, quien, en virtud de su misma confesión, es la personificación de la Verdad esperada: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. (Juan 14, 6) Esa oportunidad es única.