DIMENSIÓN FRATERNA DEL REGRESO AL PADRE.

El proyecto del Padre se recompone. Consiste en mantener a todos los hombres en sumisión filial y fraterna solidaridad. No se regresa al Padre sin hacerlo con el hermano, también al hermano. El acierto en el regreso supone caminar con otros, convocados sin exclusiones a retomar el mismo Camino, hacia el único Padre. La vida fraterna es consecuencia necesaria de la única y real paternidad de Dios. Jesús, el Artífice de esa fraternidad, vive en común con sus Apóstoles. Aquella comunidad es modelo y posterior fundamento de la universal fraternidad que debe constituir la Iglesia. La misión evangelizadora consistirá en modelar, para la humanidad toda, una familia única que tiene a Dios como Padre y a Cristo como “el primero en una multitud de hermanos”.

No seamos ingenuos, no pretendamos lograr una perfección que no corresponda al proceso de crecimiento hacia la perfección. La perfección está en el cielo. Los “peregrinos de lo infinito” caminamos pacientemente hacia el ideal. La comunidad está siempre en vías de serlo. No está bien que lo inacabado aparezca como imperfecto, hasta deforme, mientras no manifieste los signos de la muerte que todo lo paraliza. No nos alarmemos, la única traba es el pecado, particularmente el “pecado contra el Espíritu Santo”. La mala voluntad es ese pecado; la que manifestó el pobre Iscariote. No tenía otra voluntad que aprovecharse de la bolsa común porque “era ladrón”.

El signo de la buena voluntad no es la eliminación automática e inmediata de todo defecto o limitación sino el sincero arrepentimiento y el esfuerzo perseverante y paciente por corregir los personales errores. El “capítulo de culpas” de las tradicionales Ordenes Monacales constituye una práctica significativa de comprobada eficacia. Lo que para Jesús es una consecuencia obvia de su filiación divina, expresada en la naturaleza humana asumida, me refiero a la fraternidad, lo es igualmente para nosotros.

Jesús manifiesta esa fraternidad, cumpliendo la voluntad salvífica de su Padre, en el ejercicio de una servidumbre en la que el amor encuentra su más pura expresión. El amor filial al Padre se desdobla en el amor fraterno hacia todos los hombres, privilegiando al más “pródigo” y necesitado.

Es imposible y contradictorio “regresar” solos. Inevitablemente nos extraviaríamos. Si ocurriera un teórico triunfo sobrevendría un fracaso mayor, el de creer que estamos bien cuando estamos solos.Jesús anda con todos, encabeza una marcha popular. Conduce a los hombres, a quienes quieran seguirlo libremente, a ser verdadero pueblo. Optar por otra forma de andar nos desviaría del único Camino y, definitivamente, concluiría en la deriva a que está sometido el  errante y desorientado. Nuestra vida no sería un regreso al Padre sino una trágica involución al caos.

La Iglesia es una comunión que genera comunidades fraternas y familiares. La comunidad de los creyentes constituye una legítima expresión de la Iglesia. Jesús conduce al grupo de los doce, junto a otros discípulos, de regreso a la Casa del Padre. No permite que los doce se cierren, perderían su razón de ser. La Iglesia que ellos fundamentan es una asamblea abierta de entrada gratuita. Cristo es el garante de la comunión porque logra establecerla en el camino cierto de regreso al Padre.